Las venas se salen de los brazos, los callos se salen de las manos, el corazón se sale del cuerpo; pero las palabras no salen de la boca. Las palabras se quedan atascadas en el cansancio, en los estimulantes, en la vergüenza, Las palabras a veces ni se forman porque nadie les enseñó a pensar por sí mismos, a saber lo que valen, a decir basta.
En este tren de inverosímil densidad humana estoy sentada gracias a una fuerza divina, gracias a una pequeña posibilidad en la inmensa improbabilidad. Veo un brazo joven que busca apoyo en la ventana con sus correspondientes venas, con sus correspondientes callos, con sus correspondientes cicatrices. Veo un hermoso futuro que ya empieza a marchitarse por la cal. Veo la energía de los 20 años en ese bicep desarrollado. Veo una cabeza que se imagina una almohada, que 12 horas no son nada, que este año es el último.
Veo al verdadero motor del país bajarse en la estación de Merlo.
En este tren de inverosímil densidad humana estoy sentada gracias a una fuerza divina, gracias a una pequeña posibilidad en la inmensa improbabilidad. Veo un brazo joven que busca apoyo en la ventana con sus correspondientes venas, con sus correspondientes callos, con sus correspondientes cicatrices. Veo un hermoso futuro que ya empieza a marchitarse por la cal. Veo la energía de los 20 años en ese bicep desarrollado. Veo una cabeza que se imagina una almohada, que 12 horas no son nada, que este año es el último.
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