viernes, 20 de junio de 2014

Me caí

Entonces te tapás con otros colores, con otros sabores, con otras texturas. Con otros chabones, en definitiva. Te llenás tanto de otras esencias que incluso hasta llegás a olvidarte.
Y pasan los días y pasan los meses y mirás para atrás y te resulta extraño que algún día eso olvidado haya existido. Es casi la felicidad.

Pero entonces sucede la mierda. Desde lo más profundo de tu interior brota de a poquito ese sentimiento que tan bien domado tenías. Te va poco a poco floreciendo por todos los poros de la piel.
Poco después (cuando estés más debil, cuando estés más sensible), ese "algo" explota y sale a borbotones. Estás hasta las manos y no sabés qué hacer.
Y llorás porque sentís un malestar en los ojos y en el pecho y en el medio de tu inseguridad.

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