martes, 14 de junio de 2016

#28 (Otra Sierva María más)

Estaba lloviendo a cántaros.
Faceba un freddo cane.
Eran las ¿21?
Después de bajar del colectivo había que caminar un par de cuadras. Las gotas me latigaban las piernas, el viento no me dejaba ver bien y sufría los libros que se me estaban mojando.
No había nadie en la calle, y cuando digo nadie es nadie. Ni siquiera tenía miedo de que alguien viniera a robarme.
Pasé por la plaza deseando que el perro no viniese a romperme las pelotas.
Faltaba media cuadra para llegar a mi casa cuando lo escucho ladrar. Flasheo "nono, yo soy superior, puedo tranquilamente controlar la situación" y no le doy bola, sigo caminando como si nada. Aparentemente  eso lo enojó porque se acercó y sin mediar guau guau o grrr me tiró un mordiscón justo debajo del hueco poplíteo. ¿Qué, me mordió? ¿Es de noche, hace frío y me está atacando un perro? ¿Uno más? En ese microsegundo posterior al ataque pensé de dónde carajo iba salir alguien a ayudarme con ese perro de mierda masticándome la pierna, y secuencié mucho caer desangrada en el medio de una plaza vacía y oscura.
Pero no. El perro se quedó en su lugar. Incluso me pareció haber visto en su cara algo así como arrepentimiento, porque se corrió para atrás y me miró como no entendiendo qué acababa de hacer, Y no me jodió más.

En casa me bañé con jabón blanco y lágrimas de pobre porque al otro día había que seguir viviendo.

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