Un día quise escribir y puse palabras una al lado de la otra tratando de que se vieran bonitas, tratando de que sonaran bien, tratando de pintar colores celestes y amarillos, y un solcito que calentara la panza.
Un día quise escribir y saqué mis lápices especiales y mis cuadernos importados.
Un día quise escribir porque la vida superó las expectativas y el vacío sólo se llenaba con palabras.
Un día quise escribir algo como "hoy se levantó, y después del desayuno fue feliz", porque estaba extrañada del ser, de ser y de estar, estaba extrañada de este cuerpo blando que teclea para poder sentir algo.
Un día quise escribir porque, mierda, ¿cómo se supone que debo matar el tiempo hasta que el tiempo se pare de manos y me mate a mi?
Un día quise escribir, saqué los lápices y mis ideas, las puse sobre la mesa.
Y empuñé el lapiz negro, como quien discute su vida, como quien se entrega ciegamente. Y al momento de empezar recordé que no había romance, no había desconsuelo ni situación ni miedo mi sueño ni estúpida parte de la existencia que no hubiese sido escrita.
Y escapé del cuarto deseando sentirme mejor después de desayunar.