jueves, 2 de octubre de 2014

II



¿Cuántos días se necesitan para que las universidades cierren sus ventanas al público, y para que las zapatillas aprendan a volar, o para que los asientos de los trenes dejen de tirarse pedos?

¿Por qué las familias de palabras nunca se pelean, y las hamacas quieren jubilarse de una vez por todas, o los alfajores siempre huelen el miedo?

¿Cómo hacen los espejos para no cagarse de risa, y los pelos de las piernas para ser tan prudentes, o las rejas de los cementerios para llorar tanto?

¿Dónde se esconden todas esas hormigas con alma de sirena, y los colectivos de dos pisos más fiesteros, o las montañas de caca que practican sky?

¿Quiénes son exactamente las flores que nunca descansan, y los tabletones super organizados, o los Papanoeles que vienen mal de fábrica?

Tantas preguntas.
Tan pocas respuestas.

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