domingo, 21 de mayo de 2017

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A esta chica la conocí durante el colegio secundario. Yo ya viajaba todos los días desde Quilmes a Capital: iba al Otto Krause, en Paseo Colón. Era parte de la pequeña elite local de borregos que se la daban de hackers, y básicamente teníamos cierta vida social vinculada a internet. Tendría unos 15-16 años. 
Jamás encarábamos en tema sexo con mis amigos, salvo para decir boludeces. Ninguno tenía mujer y alguno que otro ya habíamos tenido alguna noviecita, pero nada más; internet nos protegía de todas esas posibles frustraciones que daban vueltas alrededor de la sexualidad, y salir de fiesta era básicamente emborracharse, drogarse, y descontrolar entre amigos.
En el Krause no había mujeres. Pero con esto del IRC empezó a aparecer la gente de otros colegios. Puntualmente, el CNBA y el ILSE. Uno de mis amigos no era ningún dormilón, y empezó a armar "endogamias" un poco más inclusivas. A la corta ya estaba saliendo con una de estas chicas del ILSE, y garchándose de paso a varias de las amigas. Una de esas amigas es la persona en cuestión. 

Creo que a esta nunca se la garchó ahora que lo pienso, porque era demasiado íntima amiga de otra con la que terminó teniendo una pareja estable, y eso le quedaba muy a contramano. No importa, la cosa es que la conocí y me reventó la cabeza. No solamente era increiblemente linda: era insoportablemente sensual. No tenía un cuerpo épico (era flaquita), pero tenía una actitud explosiva. Hermosa, divertida, inteligente, culta, fiestera... a esta chica no le faltaba nada. Cuando entré en su círculo de amigos, y empecé a moverme por donde ellos se movían, empecé a comprenderlo todo. Yo era un pendejo bastante orgulloso, y me jactaba de grandes virtudes como ser el campeón indiscutido del escabio, escribir bien, saber más programación que los mismos profesores aún sin tener yo computadora, etc, etc, etc. Pero entré en la casa de esta mina y me cayó la ficha de qué clase de cosas tenía en la cabeza: seis ambientes en Cabildo y Juramento, piano, una biblioteca con mil tomos, terraza con pileta, auto, tecnología extranjera por toda la casa, y lo que era peor, para todo su grupito de amigos eso era el estado natural de las cosas.
Claro, yo era un borreguito católico de Quilmes, donde gracias si alguien sabe leer, y esta era una judía cheta de zona norte. En mi familia no podía haber algo más tabú que el sexo (la política quizás), y toda la cultura que tenían la sacaban de la televisión. Esta otra chica ya te hacía análisis de Edipo Rey en tercer año, mientras a mí me enseñaban contabilidad y el verbo "to be". En mi familia no hacíamos más que pelearnos, y sus ideas (nazis) me daban vergüenza ajena; a ella la veía discutiendo psicoanálisis con los padres mientras preparaban la cena para mí. Ella daba vueltas por el mundo, y yo garroneaba monedas para el bondi. Me sentí un gusano miserable ante esa mina, y conocerla fue el principio del fín para un montón de cosas en mi vida.

No puedo escribir todo lo que significó ese conflicto en mi vida; es demasiado largo y se escapa de la historia amorosa. Pero básicamente nunca me la garché. Nunca le dí un beso siquiera. Sentía que era demasiado para mí, aún cuando más de una vez demostró algún interés. Sentía que no tenía nada para darle y esa clase de estupideces. Y me sentí así durante años.
Tu cosmovisión me excita

Domingo

Hoy en la plaza me entretuve viendo cómo una hormiga intentaba levantar una ramita enorme para su pequeña existencia.  Me hizo reflexionar sobre la delgada la línea que divide la tenacidad de la estupidez.

Me besé con el sol por un rato:
Qué extraña sensación -qué desgraciado privilegio esto de estar vivo.

Seguro un gigante me estaba espiando y se aguantó las ganas de aplastarme con el pie.