domingo, 19 de abril de 2015

Odiares

Te odio. Como las personas al verano, o al invierno. Como la música cachengue que todos bailamos en las fiestas de quince. Te odio. Como las madres odian a sus hijos (las madres que no odian a sus hijos).
 Te odio como se odia a los turistas que pueden estar en las ciudades que nos gustaría conocer.

Te odio como a los piropos en la calle. Exactamente como a los piropos en la calle.

No sos más que un piropo en una calle por la que no tengo que ir.
(Pero las avenidas son re aburridas)
Te odio como los alumnos aplicados odian la escuela.
Como odiamos la música triste cuando nos sentimos mal.
Como los enamorados odian el tiempo.
Como el protocolo a seguir antes de conseguir un beso.
Como se odia viajar en hora pico para encontrarte con alguien muy lindo. (Pero en realidad estás malviajando para el otro lado).
Como a las canciones hermosas que alguna vez quisimos que nos dedicaran, cuyos autores murieron de sobredosis.


Exactamente como a los alimentos azucarados.

Como a todas esas cosas que nos hacen tan mal, y nosotros, oh, necios, necios.
Como se odia la regla, con todas sus implicancias.
Como se odian las reglas, o como se odian las cosas incorrectas, en realidad: con todo el placer del mundo.

Nunca pero nunca como a las horas de ejercicio, el apio o el cultivo de la paciencia.




Te odio porque es tan obvio que me es imposible odiarte que te odio con todo el esternón.

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