lunes, 4 de febrero de 2019

¿Cuánto de este horrible mundo puede entrar en mi pobre corazón?


Esta ciudad es grande muy grande para mi pobre corazón.
Ni tanto, ya sé. Llego en bici a todos lados, ya sé. Vivo en Palermo y trabajo en el Centro, ya sé. Nunca voy más allá de Rivadavia, lo remilsé.
Pero.
Sos una opresora de mierda Buenos Aires del orto.

Yo solo necesito abracitos y el sol en la cara y candados en mis bolsillos.
Y mi novio me da abracitos y me ilumina la cara y me regala dulces y chocolates para después de la comida.

Tengo 21 años pero qué ganas de que no. Ganas de otra cosa que lo que pasa, cualquier cosa.
La ciudad me pone triste porque no me gusta la gente y debe ser porque todos los días me meto en una caja de metal llena de seres humanos con olor a perfume o mal aliento y yo quiero que no estén: que no existan o que no exista. Y cuando no tengo algo para leer me imagino que estamos yendo por el medio de la nieve y en cualquier momento nos bajan y nos ponen a trabajar.

Y después de eso salgo al Microcentro y el viento me recuerda que estoy viva. Pero pienso qué ganas de partir de acá, de este presente que me resfría y me entristece, que me aleja de mi novio que ahora está en otro subte con otras personas con sus olores a perfume o mal aliento.

A veces miro al cielo y se me calma un poco el alma pero casi nunca.

Y así toda triste lo encuentro después del trabajo y todavía me ama y cómo no pensar que es lindo quien te quiere cuando a vos te cuesta tanto.



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