lunes, 31 de octubre de 2016

#38 (Tomás)

Caminemos por veredas aburridas mirando el mundo que nos dibujan los besos.
Ríamos la juventud de nuestros dientes.
Cocinemos como solteros.
Riámonos de la comida quemada,
es decir, de nosotros mismos.
Veamos pelis semidesnudos.
Abracemos la infinidad de nuestras ganas de amar.
Exaltemos creativamente nuestros sexos.
Cuando pinte.
Lloremos la distancia. Lloremos la tan evidente cercanía.
Lloremos porque la vida es injusta. Porque no tengo plata y no aguanto a mi mamá -dicen los dos.
Mirémonos siempre por primera vez. Yo por lo menos lo hago.
Despojémonos del mundo.
Dejémoslo allá, del otro lado de estos cuerpos jóvenes y cansados de tanta incomprensión.
Tomemos helado inconscientemente.
Bailemos en medias las risas que nunca salen en los lugares llenos de ellos.
Cantemos.
Googlemos me duele acá y pensemos que vamos a morir de cáncer.
Flasheemos Perú, Europa, El Sur. Yo por lo menos lo hago.
Cuando ni siquiera un poco de Buenos Aires.
Dolamos hasta el hartazgo. Hasta que toque sentirse bien de nuevo, hasta que toque sentirse mal de nuevo.
Ceñemos la juventud del pasado. Pero sobre todo la de hoy en día.
Estudiemos el mundo.
Teoricemos sobre la velocidad de una vieja al ser succionada por un subte con asientos vacíos, ¿cambia si el subte está lleno de gente?
Odiemos al capitalismo, aprensionemos la clase obrera.
Gritemos barbaridades, susurremos ideas brillantes.
Cerremos los ojos cada vez que el mundo supere las expectativas.
Suspiremos aliviados de poder hacerlo.
Vivamos, Lesbia mía.
Seamos un poco, entre tantos no-seres humanos.
Decidamos, entre tantos hechos humanos, hacernos entre nosotros mismos.
Hacernos a nosotros mismos.

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